Marcada por un lado por la novedosa experiencia de no contar ya con un sacerdote de 24 horas en la Casa, y por otro lado por la crisis del país que obligó a muchos comunos a trabajar antes de lo previsto, la Comunidad vivió un año de retos y pruebas. Con todo, el aumento de los espacios de silencio y la creciente participación activa en las Eucaristías van marcando una reflexión grupal de lo que se vive. Hubo un debilitamiento, en cambio, de la oración grupal. Asimismo, se hace más grave la falla en la formación, notándose especialmente lo débil de los conocimientos bíblicos y cristológicos de muchos comunos. La visita por primera vez de una Superiora General (M. María Pía) y la designación por parte de la Congregación del Hno. José Kuwae como Asesor Religioso (y que trabajó junto con el Asesor Laico) siguió consolidando la identidad SS.CC. En el mismo sentido funciona el inicio de una pastoral en el Colegio Belén, de las Hermanas, donde además comienzan a insertarse laboralmente algunos comunos adultos. La Pastoral sigue siendo importante, particularmente en el P.J.. Jerusalén, donde participa un grupo muy comprometido.
Un momento especialmente intenso fue el encuentro interno "Construyendo Juntos la Comunidad en el Señor", en que entre todos se redefinieron los lineamientos comunitarios y el plan de formación y acción necesarios. Al mismo tiempo, comienza a darse el fenómenos de "retornos" a la vida comunitaria de comunos que durante su etapa de criar hijos tomaron distancia. Se perfila ya una comunidad familiar.