La crisis de 1989 se resuelve en un período de crecimiento y esperanza, marcado también por la muerte, en el mes de junio, del P. José Luis Ramírez, luego de una penosa enfermedad. Su esfuerzo para acompañar hasta el final a la Comunidad, levantándose, a pesar del dolor, de su lecho de enfermo para celebrar la misa, marca profundamente a los comunos. A su muerte, se elige por primera vez a un Asesor General laico: Juan Borea Odría.
Se retoman las Eucaristías semanales, asumiendo la celebración de éstas el P. Gastón Garatea, en quien recae ahora el acompañamiento religioso de la Comunidad. La presencia y participación en la vida litúrgica es intensa. Se profundiza en la vida de oración (por primera vez hay largos espacios de silencio en el retiro comunitario, y se crea una "hora de oración" durante el Adviento), iniciándose también una búsqueda de una revisión de vida más sistemática. La identidad Sagrados Corazones recibe un fuerte impulso al recibir por primera vez la visita de un Superior General, el P. Patrick Bradley. Al mismo tiempo, los contactos a nivel de Iglesia local siguen siendo importantes. La corresponsabilidad en el manejo de la Casa es una señal esperanzadora. El interés de los comunos por la formación, en cambio, muestra un declive marcado. A nivel de pastoral, el activismo es intenso y se llega a sentir que "faltan manos" a pesar de que en general todos los comunos dan su aporte. Se crea el grupo SUAT (Servicios de Urgencia Apostólica Temporal) para quienes por horario no pueden participar en una pastoral estable pero que están disponibles para Jornadas, Retiros y Charlas de último minuto.