La teología de Castillo

Autor: 

Entrevista de Marco Zileri

La siguiente entrevista, tomada de la revista Caretas, retrata la personalidad y trayectoria del recientemente nommb rado Arzobispo de Lima, P. Carlos Castillo.

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Súper Cura

Carlos Castillo vive en un galpón amplio y de un solo ambiente, en Lince, donde antes funcionaba la imprenta de su familia. El sol se filtra por las ventanas, apenas atenuado por unos plásticos. En el piso hay unas mancuernas para hacer ejercicios, un televisor cerca. Completa el panorama una pequeña cocina eléctrica, revistas y libros sobre un camastro, una colección de bicicletas, un piano  –regalo de sus padres cuando cumplió diez años–, un par de guitarras y, al fondo, una magnífica biblioteca. Esta semana la vida de Carlos dio un vuelco de 180 grados. Sacerdote diocesano, párroco emérito de la iglesia de San Lázaro, en el Rímac, docente en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica del Perú, ha sido nombrado arzobispo de Lima, en reemplazo del cardenal Juan Luis Cipriani. La ordenación episcopal se realizará el 2 de marzo, en la catedral. CARETAS lo entrevistó sobre el llano, el sábado 26.

¿En qué desea diferenciarse como arzobispo de Cipriani?
–El Perú está lleno de heridas, y cuando uno está así, se defiende, respira por la herida, o busca taparla. Creo que tenemos que enfrentarlas. Tenemos que debatir qué nos pasa como peruanos. Pero como no se introduce la reflexión, vivimos de prejuicios. Vamos construyendo un enorme edificio, pero que se viene abajo porque no tiene base. Eso es lo que debemos hacer: ir a la base de nuestra existencia como peruanos. Tenemos una gran tarea para el Bicentenario. Como dice el Papa: “Basta de una religión que diga qué-se-puede y qué-no-se-puede-hacer”. Debemos saber discernir para elegir nuestro camino como cristianos.

–¿Cuál es el rol del arzobispo en esa tarea?
–Los peruanos debemos ser hábiles en la reflexión y la Iglesia debe promoverla. No puedo decirle a una persona que sufre de hambre, “Ya, hijita, reza”. También hay que rezar, pero hay que ir al origen del problema. Un amigo psicoanalista dice que todo trauma esconde cosas buenas. Ahí donde hay heridas, está la esperanza. El corazón humano tiene sus heridas y solo enfrentándolas empezamos la cura.

–¿Cuál es la principal crítica que le haría a la Iglesia?
–El papa Francisco dice que nos hemos retrasado dos, hasta tres siglos. No hemos acompañado al hombre en su propia búsqueda. Es más, nos asustan las búsquedas porque no tienen nuestro control.

–¿En pleno siglo XXI, entre la revolución tecnológica, la globalización y el fin de las ideologías, le queda algún lugar a la fe religiosa?
–Pascal dice que el ser humano tiene dos espíritus: el geométrico y el de fineza. El primero calcula, separa y une. Fabrica una teoría. Esa es la ciencia. Pero la fineza es intuitiva, penetra hasta el fondo. Eso es lo que tenemos los humanos. Los robots solo son algoritmos. Si a un robot le planteas algo nuevo, se calla.

–¿La secularización implica un alejamiento de Dios?
–Sí y no. La secularización tiene razón de ser porque ha habido cierto tipo de religión que se ha impuesto y muchas personas la rechazan por eso. El mundo moderno se basa en la libertad individual. Hay un anhelo de libertad. Una antropología excesivamente reductiva a la razón instrumental, productiva, comercial, calculadora, nos lleva a un país “montesinista”.  

 

TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

–El padre Gustavo Gutiérrez fue su maestro. ¿Se siente Ud. seguidor de la teología de la liberación?
–La liberación es un elemento indispensable de la fe. San Pablo dice que para ser libre nos ha liberado. Hay que decirlo porque la gente cree que la teoría de Gutiérrez es un partido político, cuando es la reflexión sobre Cristo liberado. La liberación es la salvación. Por eso la palabra liberación llena todo en la Biblia. Por eso es una tontería decir que la teología de la liberación es izquierdista o marxista…

–Precisamente, se acusa a la teología de la liberación de marxista.
–Al revés, la filosofía marxista se aparta del cristianismo y del judaísmo. Se aparta de esa tradición y crea una teoría de liberación en este mundo, pero una liberación sin norte trascendente. Nosotros creemos en este mundo y en el otro.

–Tienen un punto de coincidencia, aquí en la Tierra.
–Que es la necesidad de liberarse. Todos la tenemos. No es suficiente liberarse de, es necesario construir una alternativa. Nosotros creemos en una liberación que vaya hacia algo positivo, que construya, no que destruya.

–Y, sin embargo, el Vaticano condenó la teología de la liberación.
–Condenarla nunca. ¿Por qué? Porque es un elemento evangélico. Hubiera condenado a Cristo. Cristo es el Cristo liberador, eso está en la Biblia. Evidentemente, sí hubo un llamado a corregir algunos aspectos que podían interpretarse de varias formas y, además, por el contexto de la época, que era revolucionario. Se pensó que revolución y liberación eran lo mismo. Revolución es una acción que algunos emprenden y que tiene como connotación en algunos casos la violencia y en otros no.

 

LA RESOLUCIÓN DE ROMA

–Pero cuando el papa Francisco finalmente recibió al padre Gutiérrez, esto fue interpretado como una apertura por parte del Vaticano.
–Apertura sí, pero no porque la Iglesia condenara su teoría. La han condenado los conservadores, oficialmente no la Iglesia. Evidentemente, como había dudas, se la sometió a investigaciones y esto ha durado 20 años. Y Gustavo ha respondido a todo lo que se le ha preguntado, ha corregido, calladito, sin hacer mayores problemas y, sobre todo, sin hacer alharacas. Y hoy es un teólogo ortodoxo de la Iglesia.

–Pese a las aclaraciones, la tensión entre las corrientes conservadora y progresista de la Iglesia es manifiesta.
–Siempre hubo un grupo conservador que no aceptó las libertades modernas, que piensa que la Iglesia es la que debe normar todo. En realidad, ese primer desafío se junta luego con las otras libertades que vienen después, en donde se ve claramente que las libertades modernas podrían recurrir a una especie de prescindencia total de los principios.

–¿Cuáles son esas otras libertades?
–La moderna es la revolución liberal, vienen después otras, como la revolución sexual, la libertad de la ciencia. Entonces todo se le escapa a la Iglesia, es lo que se llama secularización.

–Cada uno de esos procesos ha generado una reacción dentro de la Iglesia.
–Una reacción a las nuevas cosas. Cuando el Concilio Vaticano II acepta que el ser humano puede tener ciertos niveles de libertad, hay grupos que se van. Es el caso de Lefevre. Y luego hay otros que aceptan en parte la modernidad, pero que piensan que hay que crear un tipo de organización eclesial que pueda controlarla. Y se introducen en los lugares de decisión del mundo moderno, en la dirección de empresas, etc., y detienen el proceso. Curiosamente, lo único que dejan libre y que no paran nunca es la ganancia. Por eso tenemos enormes banqueros: el Reino de Cristo, los “macieles”, el Opus Dei, los sodalicios. Son grandes capitales, juegan a la bolsa. Curioso, ¿no?

–La propia Iglesia es propietaria de una buena parte del centro de Lima.
–De acuerdo. El problema mayor ahora es cómo acoger las modernidades del mundo en un diálogo en el cual la Iglesia tenga credibilidad. Para eso la Iglesia tiene que ser una Iglesia pobre. Todas esas propiedades que tiene, o las dinamiza a favor de los pobres, o qué se yo, las devuelve o lo que sea. Yo no sé si lo lograré en seis años, pero sí creo en contribuir a poner las bases para que haya otra forma de administrar esas cosas.

–Ud. va a suceder a alguien que tuvo como uno de sus pilares el derecho a la vida, en oposición al derecho al aborto, los derechos sexuales y reproductivos…
–Lo que creo es que el papa Francisco ha inaugurado un tiempo en el que hay que ver cuánto de lo que estamos diciendo tiene aspectos importantes que debemos mantener y cuánto de nuevo se está presentando que hay que aclarar. Porque hay muchas cosas que son más complejas.

–Como, por ejemplo, el aborto…
–Con el aborto, en principio, no hay manera de retroceder. Todo aborto por sí mismo es la destrucción de una vida. En tanto hay duda, no puedes decidir. Entonces prefiero creer que ahí hay vida y se acabó. Pero hay mucha gente a la que uno tiene que ayudar a no vivir traumada por una cosa así. Eso en el plano moral. En el plano jurídico, no he estudiado mucho el tema, pero sí me parece problemático cuando alguien quiere hacer leyes y la Iglesia pretende impedirlo. Lo que hay que hacer es un diálogo esclarecedor, no hacer de eso una lucha política, porque la vida es una cuestión educativa. Yo creo que la gente debe reflexionar y decidir con libertad. Si se equivoca, seguimos explicando, ayudando a tomar conciencia.

IGLESIA Y POLÍTICA

–¿Cuál debe ser la relación entre la Iglesia y la política?
–Pienso que debemos acompañar los procesos sociales y políticos, ser una Iglesia profética, una Iglesia que sabe decir una palabra. Esa palabra puede ser de denuncia abierta, no por intereses políticos, sino por el valor de las cosas, y ahí hay una diversidad de temas. O puede ser una palabra sugerente, dialogante. Lo más importante en el mundo moderno es la palabra. Y esa palabra puede ser esclarecedora, fuerte, pero no hay que decir: “Mi palabra es ley”. Nuestra palabra es suscitadora de reflexión y de interpelación. Hay que saber ver cuáles son las preguntas para poder decirle a la gente que vea seriamente lo que va a hacer. Creo que ese camino es mejor.

–¿La Iglesia peruana ha estado a la altura en los periodos de autoritarismo que ha habido en el país?
–En general, a los periodos autoritarios le han seguido una Iglesia autoritaria. Yo creo que ya hemos avanzado bastante en la Iglesia para saber que eso lo único que produce es una ideologización de la fe. Si una opción política conduce a maltratar al ser humano, la Iglesia tiene la palabra en nombre de Dios, llamar a corregir ese aspecto porque se está atentando contra el ser humano.

–¿Cree Ud. en el sacerdocio femenino?
–Ese es un viejo problema de la Iglesia. Hay comisiones que lo están estudiando. Por lo menos diaconisas, sí. La posición que hay en la Iglesia es que el grupo de Jesús que se encargaba de dirigir a los fieles eran todos varones. Hasta ahora se ha respetado esto. Sin embargo, el mundo moderno también tiene una serie de elementos para decir que puede haber otras cosas. Hay que debatir. Es difícil, pero no digo que es imposible.

–La pedofilia ha sacudido a la Iglesia mundial y también a la peruana. ¿Ha leído Ud. Mitad monjes, mitad soldados?
–El primer tomo sí, he leído los testimonios y es indignante para la Iglesia que esas cosas hayan pasado. El Papa sostiene que la causa de todo es el clericalismo, porque es una forma de ejercicio de la misión sacerdotal a través de sistemas y modos de poder. Cuanto más poder tengo, más puedo hacer lo que quiero. Eso fue el fascismo.

–Ahora usted  sacerdote de la calle acaba siendo arropado de obispo.
– Pues resulta que seré un párroco un poco más grande (ríe).