Pregón navideño comunitario

Autor: 

Pablo Espinoza

Llegados al día del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, el Mesías y Salvador, habiendo recorrido con la Iglesia el camino del adviento, nos reunimos hoy 25 de diciembre del año 2022, y lo hacemos como hermanas y hermanos en la fe y en la esperanza, inspirados en los Sagrados Corazones de Jesús y de María, para compartir la alegría de la fiesta de Navidad.

Gracias te damos, oh Señor, porque Tú eres bueno

Gracias te damos, oh Señor, aleluya

Te alabamos Señor y te bendecimos, porque en los dolorosos acontecimientos que hemos vivido en nuestro país en las últimas semanas, hemos comprendido mejor al profeta Isaías cuando anunciaba: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande, habitaban tierras de sombras y una luz les brilló” (Is. 9,1-2)

Tu Hijo, Salvador nuestro, es esa Luz que se abre paso en medio del pecado de la violencia y la indiferencia frente a la suerte de los pobres. Como proclama el mismo Isaías: “Porque toda bota que taconea con ruido y el manto rebozado en sangre serán para la quema, pasto del fuego.” (Is. 9,4) Que esta Navidad, el fuego de tu amor, Señor, nos transforme y sea purificador.

Gracias te damos, oh Señor, porque Tú eres bueno

Gracias te damos, oh Señor, aleluya

Te alabamos Padre y te damos gracias, “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro y se llamará su nombre: Maravilla de consejero, Dios Fuerte. Príncipe de la Paz.” (Is. 9, 5). Ayúdanos a ser artesanas y artesanos de esa Paz que tu Hijo nos trae, que la expresemos en gestos de solidaridad, reparación y ternura.

A lo largo de la historia del pueblo de Israel, el elegido para revelarnos tu voluntad, inspiraste la fe y la esperanza de creyentes que anhelaron una intervención definitiva tuya, para así sellar una alianza de amor con tu presencia salvífica. En este día de Navidad volvemos la mirada sobre esa historia de salvación, para darte gracias e inspirarnos en quienes mantuvieron viva esa fe y anhelaron tu intervención.

Gracias te damos, oh Señor, porque Tú eres bueno

Gracias te damos, oh Señor, aleluya

Hoy queremos unir nuestras voces a las de los creyentes que te alaban al recordar el testimonio de María, mujer de Nazareth, dócil a tu espíritu, madre del Salvador y primera discípula. En ella te alabamos, Padre, por todas las mujeres de nuestro mundo y nuestro país. En particular, reconocemos los rasgos de María en la fortaleza, creatividad y valentía de cuantas luchan por el derecho a la vida, la seguridad y el reconocimiento de su dignidad de personas.

Te alabamos y bendecimos por el profeta Juan, el bautista, hijo de Isabel y Zacarías, regalo tuyo para esa pareja de fieles creyentes que en su ancianidad mantuvieron la esperanza. Juan, nacido en Judea, en tiempos del rey Herodes. Él se enfrentó a los poderosos de su tiempo, proclamó con valentía tu Palabra y reconoció al Mesías cuando humilde se postró para ser bautizado por él en el Jordán. En Juan valoramos a quienes hoy también levantan su voz para denunciar las injusticias y recodarnos el camino de la humildad y la sencillez para vivir la Buena Nueva.

Gracias te damos, oh Señor, porque Tú eres bueno

Gracias te damos, oh Señor, aleluya

Gracias también, Señor, por José, el carpintero de Nazareth, esposo de María, a quien encargaste el cuidado paternal para tu Hijo Jesús. En él alabamos el trabajo diario de hombres y mujeres que se afanan por conseguir el pan para sus hijas e hijos, cumpliendo largas jornadas laborales, muchas veces vividas en duras condiciones y con bajas remuneraciones.  Inspíranos el gesto solidario y el reconocimiento a los frutos de su esfuerzo, que no falte el trabajo y el pan para todas las mesas Señor.

Hoy unidos a los pastores que velando cuidaban de sus rebaños, queremos recordar cómo tu promesa tan anhelada finalmente se cumplió durante la olimpiada 94, el año 752 de la fundación de Roma, el año 14 del reinado del emperador Augusto, en circunstancias en que el pueblo se movilizaba por orden imperial para empadronarse. En un pesebre de la aldea de Belén, porque a pesar de los afanes de José, no habían encontrado posada, nació de María la Virgen tu Hijo Jesús, el Mesías, el Dios con Nosotros.

Gracias te damos, oh Señor, porque Tú eres bueno

Gracias te damos, oh Señor, aleluya

Él es la Palabra encarnada que ilumina a toda mujer y todo hombre, convocando la buena fe y voluntad de toda persona que anhele un mundo mejor y el bien para sus hermanos. Por Él fueron creadas al principio todas las cosas. Él es el camino, la verdad y la vida. Tu Hijo, Señor, quien ha puesto su casa en medio de nuestras casas para habitar y caminar junto a nosotros.

En esta noche santa nos une la alegría de la Navidad, fiesta de amor y de esperanza. Que tu nacimiento, Señor, reúna a las familias, reconcilie los corazones heridos, sane las heridas producidas por el pecado y la violencia, renueve a quienes trabajan por la paz, consuele a los afligidos y traiga consuelo y fortaleza.

Gracias te damos, oh Señor, porque Tú eres bueno

Gracias te damos, oh Señor, aleluya

Noche santa Señor que inspiró también la vocación de Enriqueta Aymer y José María Coudrin, quienes, al contemplar la manifestación de tu amor encarnado en tu Hijo Jesús, decidieron fundar una comunidad de hermanas y hermanos que recorrieran el mundo, transponiendo fronteras de todo tipo, para anunciar la Buena Noticia de tu amor. Su inspiración, acción del Espíritu, llegó a cada uno de nosotros para traernos también hasta aquí, junto al pesebre de Belén, para adorar a tu Hijo.

Bendícenos, Niño de Belén, que naces en nuestra costa, sierra y selva. Cuida de las niñas y niños que hoy, con sus cantos e ilusión, nos recuerdan lo más auténtico de los seres humanos. Hijo de Dios, hermano nuestro, Niño de Belén, te pedimos por quienes en esta Navidad nos reunimos en torno a tu pesebre para contemplarte, disponernos a seguirte y anunciar con nuestra vida la Buena Nueva del Amor de Dios que se ha encarnado, haciéndose uno como nosotros. Te lo pedimos en esta Fiesta de Navidad, unidos a toda la Iglesia, reconociéndote como el que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Gracias te damos, oh Señor, porque Tú eres bueno

Gracias te damos, oh Señor, aleluya